La Champions como terapia

Quien siga al Villarreal a diario en LaLiga ya se habrá acostumbrado al tobogán en el que se ha convertido su temporada. En Mestalla, nueva curva. Aquellos que sólo le hayan visto en Champions, donde el resto de planes pueden esperar, estarán de enhorabuena: vuelve su mejor versión tras empatar con el Atalanta, bailar al United sin que el resultado le correspondiera y barrer al Young Boys en Berna. Hoy, el Submarino espera dar un importante paso rumbo a octavos y, ya de paso, espantar los fantasmas que le crecen los fines de semana. Sin Gerard, Danjuma será una vez más su clavo ardiendo.

Emery quiere esquivar que se reproduzca y difunda la palabra crisis. Aunque no existe término más preciso para definir al 13º equipo en España, construido en verano para incordiar a los poderosos. El técnico, entre dudas, lesiones y rotaciones, está obligado a volver a dar otra vuelta de tuerca a su once en busca de la solidez perdida. En el lateral recuperará a Mario, al no tener a Foyth (lesionado) y Aurier (no está inscrito). El partido de hace quince días en Suiza no debe confundir al personal. El Submarino goleó, pero sobrevivió agobiado. Hasta Albiol mostró síntomas de flaqueza.

El Young Boys tampoco atraviesa por su momento más dulce. Su imperiosa necesidad le hace peligroso. A su plaga de achaques hay que sumarle una dura racha: una victoria en los últimos cinco encuentros. Empató ante el colista, luego llegó el traspiés de la Champions, la derrota en Copa frente al Lugano y un nuevo revolcón contra el Saint Gallen. Wagner ha ido dando descansos como ha podido. Hasta hoy, que pondrá todo su arsenal con Elia a la cabeza. Se juega una final por un futuro en Europa. Y ahí, en ese duelo por sumar proezas internacionales, el Villarreal le aventaja. Pedraza y Trigueros volverán a portar la bandera de una ilusión iniciada en Gdansk y que quieren seguir ondeando hasta primavera.

Ambiente hostil en Kosovo

España no tendrá una estancia plácida en Kosovo. Es uno de los cinco únicos países de Europa junto con Eslovaquia, Grecia, Rumanía y Chipre que no lo reconocen como nación. Además, el nuestro es el único país de la Unión Europea que no admite el pasaporte kosovar para obtener el visado para la ‘zona Schengen’. Grandes potencias como Rusia y China tampoco aceptan a la autodenominada República de Kosovo, pero sí Estados Unidos que tiene en su territorio la mayor base militar en el continente. El ofrecimiento para acoger en masa a refugiados afganos ha fortalecido las relaciones entre Kosovo y EE UU, lo que para ellos tiene más importancia que el hecho de que aún resten 90 países de los 193 de la ONU en asumir su independencia de Serbia, que los considera como la provincia autónoma de Kosovo y Metojia, que declaró su independencia de forma unilateral en la primavera de 2008 tras un conflicto armado a finales del siglo pasado.

En este escenario geo-político, el partido entre España y Kosovo se torna bravo. Para España porque, tras el patinazo en Estocolmo, se ha agotado el margen de error. Para Kosovo porque quiere hacer del partido un reivindicación nacionalista. Más allá de la negativa de España a reconocerles como nación, en Kosovo ha molestado también que en los medios de comunicación se refieran a ellos como Federación de Kosovo, evitando en todo momento otorgarles el estatus de país. Mientras que España quiere dejar el asunto en lo que es, un partido de fútbol, Kosovo buscan hacer un ‘casus belli’ con el que llamar la atención de todos los que les niegan.

La propia Federación, siguiendo instrucciones del Gobierno, tuvo un roce con su igual de Kosovo porque se sintieron ninguneados en el partido de ida, disputado el 31 de marzo pasado en Sevilla. Lo que todo el mundo se pregunta es la razón por la que España no pidió la exclusión de Kosovo de su bombo en el sorteo de clasificación. Se hizo con Gibraltar. Y es común hacerlo con países que tienen incompatibilidades políticas o algo más, como pasa entre Rusia y Ucrania, por poner un ejemplo. Pero en su día nadie reparó en Kosovo. Y ahora España tiene que ir a Pristina obligada a no fallar. Lo que debería ser un partido manso es un choque en puntas. Error de cálculo.